Indignados, cacerolas y cambio de época

Corría diciembre de 2001 y se notaba un ambiente muy convulsionado en Argentina. La situación política era insostenible, la ausencia de liderazgo y la falta de personalidad en las medidas económicas de los últimos 10 años habían llevado al país a una situación tan crítica como inmerecida. 

Producción nacional inexistente, una paridad cambiaria con el dólar totalmente irreal que quitaba competitividad a la industria nacional y una situación de hartazgo generalizado eran las características de los tiempos que corrían. Fue en este momento en que se desarrollo una manifestación inédita en el país: miles de argentinos de todas las clases sociales salieron espontáneamente a las calles golpeando cacerolas en símbolo de protesta. 

El ruido se hizo insoportable para los dirigentes, la gente pedía “que se vayan todos” y ya reinaba un ambiente de insatisfacción total. Los argentinos pedían un cambio de modelo, de reglas, de liderazgo y toda esta manifestación tuvo resultados muy duros y costosos: un presidente que huyo en helicóptero, varios muertos y heridos, una transición durísima con 5 presidentes en una semana, un sinceramiento en el tipo de cambio, en fin, los costos reales que sufrieron los ciudadanos. 10 años después podemos decir que la situación actual todavía tiene falencias y problemas que se pueden discutir pero quedó como resultado algo que nunca había pasado por estos lugares: el pueblo fue escuchado y las cacerolas pidieron un cambio de reglas inmediato.

Pasaron 10 años y vemos como los países desarrollados de Europa sufren las mismas consecuencias que sufrió Argentina en 2001. Y sorprendentemente, salen los Indignados a la calle, de la misma forma que salieron las cacerolas en 2001, pero mucho más organizados y siendo acompañados por más países con la ayuda de Internet y las redes sociales. Los resultados esperados no se dan tan inmediatamente como se dieron en Argentina. El modelo sigue arraigado, la desocupación y las bajas en las calificaciones de la deuda siguen preocupando y las empresas siguen cerrando (caso Spanair). Los indignados siguen manifestando pero cuesta cambiar un modelo tan históricamente arraigado que hasta parece imposible de reemplazar. Esta historia todavía no ha concluido y en realidad no se sabe cuándo ni cuál será el resultado final.

También en esta época vemos como el poder y la influencia cada vez mayor de las redes sociales pueden influir en una decisión arbitraria de una compañía o un gobierno. Ejemplos como la feroz resistencia mundial de la comunidad de usuarios de Internet ante los proyectos SOPA y PIPA,  las opiniones de las personas usuarias de redes sociales encumbrando o destruyendo algún producto o estrategia de venta de una empresa dan la pauta de este poder. Por primera vez en la historia, los clientes / ciudadanos están teniendo una importancia preponderante en la opinión sobre un servicio o producto (o una estrategia de gobierno) y no dudan en criticarlo masivamente y en viralizar su descontento vía redes sociales, lo que los hace protagonistas absolutos de esta nueva era.

Estas historias que pueden parecer que tengan múltiples diferencias entre sí tienen un punto muy fuerte en común: el poder de las personas pidiendo imperiosamente un cambio de modelo. El factor común de estas historias no es otro que las personas, que antes eran totalmente dependientes, ignoradas y sin un peso especifico propio. Vemos como grupos de personas pueden hacer recapacitar a un gobierno, bajar el pulgar a un producto nuevo, vemos como el consumidor / cliente / ciudadano va adquiriendo un poder inédito, obligando a las organizaciones (empresas, gobierno) a cambiar su estrategia de llegada hacia ellos.

Después de esto ningún gobierno podrá hacer lo que quiera, sin escuchar a los ciudadanos, ninguna empresa podrá desatender la opinión de un cliente y estas organizaciones deberán tener en cuenta algo que en otro momento no era ni siquiera pensado: ESCUCHAR …

Comentarios

  1. Dicen que la evolución es escuchar, hablar dialogar...
    Alguna política, alguna empresa, pensó que con hablar era suficiente, que triste!.

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